Provenimos de una madre y de un padre, que un día fueron una niña y un niño, que al hacerse mayores se juntaron y nos regalaron el milagro de la Vida.
Como mamíferos sentimos la gran necesidad de pertenecer a nuestra familia, porque la supervivencia depende de ella. En esa necesidad amamos ciegamente, felizmente, completamente.
Luego, nos hacemos mayores, y a ese amor tan perfecto le salen muchos defectos y empezamos a buscar en otras personas ese reflejo.
Nos ofrecen espejos, alegrías, cuerpos, intensidad, y recibimos dolor, tristeza, decepción, sexo, diversión, aprendizajes, ilusión.
A veces podemos sentir que algo nos falta, algo profundo. Algo que perdimos y no recordamos dónde.
Entonces, tal vez, una brisa ligera nos susurra un secreto: aquello que buscas está en un sitio que ya conoces.
El sitio de dónde vienes.
Imagina por un instante que estás en brazos de tu madre y tu padre, siendo su bebé, en un espacio de amor y serenidad.
Tal vez no puedas imaginarlo, tal ve te duela tanto que huyas de esta imagen. Lo entiendo.
Pero, por una vez, prueba a imaginarte en ese lugar, mientras respiras profundamente el milagro de la Vida que te dieron. Cierra los ojos y respira.
Imagina que ahí ya no tienes que buscar más. No tienes que hacer nada más. Solo respirar.
Es el buen lugar para volver a encontrar el amor.
Yira Labrador.