Esperanza de ser.

Cuando llega la oscuridad, es decir, la depresión, la ansiedad, la angustia, nuestra vitalidad se reduce al mínimo. Nuestro sistema nervioso, nuestro cuerpo se constriñe, deja de vibrar, subsiste.


El impulso vital se reduce a sobrevivir en medio del caos emocional, de los pensamientos oscuros, del dolor del cuerpo y de la mente. Pareciera que nunca fuese a terminar.


Entonces perdemos de vista a la esperanza. Que no es más (ni menos) que la confianza en que detrás de una inspiración viene una espiración. Que nuestro corazón sigue latiendo aunque lo percibamos “roto”.


No es fácil salir de estados depresivos, desesperanzadores. Sufrimos muchas pérdidas cada día, algunas pequeñas y otras grandes. Y, lo sorprendente, es que seguimos viviendo.


Es esa continuidad de la Vida la que nos dice con delicadeza: aún hay esperanzas.


Entonces podemos abrir los ojos con curiosidad a lo que existe: el cielo azul, la flor que se muestra, el sonido de los pájaros, el movimiento de mi pecho mientras respiro, el olor del café recién hecho, al tacto de mis manos o de las manos de la persona amada.


Cuando eso ocurre, conectamos con la certeza de que lo realmente importante está sucediendo aquí y ahora.


Claro que el dolor, la insatisfacción, el anhelo ocupan un espacio importante en nuestro paisaje interior. Coexisten con la luz, la salud, el amor, la aceptación.


Aceptar es dejar de querer que lo que siento sea otra cosa diferente a lo que hay.


Para volver a nuestro Ser, a nuestro centro empieza por respirar y observar tu respiración como llave para la paz interior.

Yira Labrador.

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