Hay veces, muchas veces, en que cuidamos de otros, de otras:
De nuestras plantas, les hablamos, las regamos, las ponemos o quitamos del sol, las fumigamos y, un día, como cualquier otro, se secan.
De una mascota, la amamos, la alimentamos, la humanizamos y, un día, como cualquier otro, enferman y mueren.
De nuestros hijos e hijas, les damos el pecho o el biberón, les acunamos, les cuidamos cada minuto, les entregamos nuestro sueño, nuestras alegrías y nuestro amor, y, un día, como cualquier otro, se hacen mayores y ya no nos admiran como antes.
De nuestra pareja, le confiamos nuestro corazón, le cuidamos cada una de sus necesidades, sueños y deseos, le entregamos nuestro tiempo, y, un día, como cualquier otro, se marcha.
Tanto darnos, tanto cuidar de esa persona, de ese ser, vaciándonos, poniendo en sus manos nuestra felicidad, nuestros sueños, con la esperanza ciega, infantil, de que cuidará de mí, que siempre estará a mi lado, que nunca nos fallará.
Porque si nos falla, descubriremos un vacío enorme en nuestro corazón.
¿Tanto que le di y con esas me paga? Y, ¿ahora quién soy?
¿Buscaré a otra persona, a otro ser, para llenar ese vacío? ¿Para distraer esta interrogante, para seguir infantilizada/o?
Para no hacer mi duelo, consciente y con ternura.
Entonces puedes preguntarte, ¿qué otras opciones tengo?
- Permítete un tiempo para dolerte de tu pérdida. Todas necesitan ser respiradas y sentidas, todas tienen valor en tu vida.
- Reconoce que no sólo has perdido a esa persona, /ser/relación, sino que también te has perdido a ti.
- Busca en tu interior tus sueños, tus anhelos, tus metas, las tuyas, las que solo te pertenecen a ti. Dales voz, escríbelas, ponlas a la luz.
- Y, si sola o solo no puedes, busca ayuda. Puedes contar conmigo.
Yira Labrador.